viernes, 28 de agosto de 2009


Fotos de Juana Ghersa, 24 de agosto, a pocos días del estreno

viernes, 7 de agosto de 2009

Aureliano
El amor habla



Artículo publicado en la edición de agosto de la revista Mutis x el Foro
www.mutisxelforo.com.ar

Conozco a Roxana Berco desde hace años, pero hacía tiempo que no nos veíamos.
Nos volvimos a encontrar el año pasado, cuando ella vino a ver Guardavidas. Al poco tiempo me llamó para explorar la posibilidad de hacer algo juntos y quedamos en encontrarnos.

En sucesivas reuniones escuché sus ideas y le conté el tipo de búsqueda que me interesa producir con los actores, mi intención de hallar en lo que dicen aquello que sorprende y que deja ver la singularidad de su personalidad. Cualquiera fuera la temática que acordáramos -le decía- lo que me importaba era que el trabajo quedara impregnado de su subjetividad, de su particular mirada, en diálogo con la mía. Seguimos hablando todavía un poco más hasta que surgió la cuestión del amor y allí nos dejamos de hablar y comenzamos a escuchar lo que este tema tenía para decirnos.

Porque el amor habla. Es una declaración de lo que le falta a quien la hace. Al hablar, el amor pide.

Todos lo sabemos, lo hemos comprobado en carne propia. Con cortesía o a los gritos, con cautela o desmesura, el amor pide. Y lo primero que nos pidió cuando nos pusimos a escucharlo fue un compañero de escena para Roxana.

Ella conocía a Mariano Pérez de Villa, un actor que además toca el piano y baila muy bien. Lo convocamos, se interesó rápidamente y ya éramos tres los sujetos del discurso amoroso.

Empezamos a improvisar. Ellos movían sus cuerpos y hablaban y yo tomaba notas. Escribía lo que iban diciendo en la escena, pero también lo que decían después, al reflexionar sobre lo que habían hecho. Muchas veces los mejores dichos surgieron de esos momentos en los que la ficción se estiraba más allá de las improvisaciones, se instalaba entre nosotros y ya no quedaba muy claro - ni importaba- si los que hablaban eran las personas o los personajes.

Así pasamos unos cuantos meses, extrayendo imágenes, textos y situaciones posibles. Estas “postales del viaje” eran cuidadosamente atesoradas en la memoria grupal hasta que decidiéramos qué hacer con ellas. Fue por esa época que Luciano Prieto y Yanina Leandra se sumaron al trabajo, el primero como asistente de dirección y la segunda como productora ejecutiva.

Ya consolidado el equipo y con material suficiente, nos abocamos a encontrarle la estructura al espectáculo. Habíamos estado trabajando sin fijarle a la acción un tiempo y un lugar determinados, ni siquiera un vínculo específico entre los protagonistas. Confiábamos en que el discurso amoroso iría estableciendo su propia forma, su tono y sus matices particulares. No queríamos forzar un orden desde afuera; éste debía presentarse ante nosotros con la evidencia de lo que es inherente al proceso mismo.

Y así, en un momento determinado, descubrimos que el personaje de Roxana (Greta) y el de Mariano (Aureliano) no estaban ubicados en un mismo plano de realidad, sino que mientras ella estaría presente, en relación directa con el público, él sería más inasible, como el signo de una ausencia que podía ser tanto recuerdo como fantasía, si es que recuerdo y fantasía pueden aislarse en estos casos.

Para reforzar esta idea, decidimos que Aureliano no iba a hablar. Su silencio encarnaría el vacío. Sería el contrapunto de las palabras que el amor le haría decir a Greta.

Más tarde apareció con nitidez el espacio en el que transcurriría la acción: un departamento casi vacío, de donde Greta, al comenzar la acción, está terminando de mudarse. Un espacio donde ya nada es lo que era y en el que su inevitable mutación permite vislumbrar ahora un vacío inexorable.

En este departamento, sólo unos pocos objetos quedan esparcidos por allí. Cosas sin lugar, mitad recuerdo, mitad olvido. Y entre ellas, Aureliano, su piano, su música, su silencio.

En este espacio Greta se arroja a un improbable encuentro con Aureliano, motivada por el entusiasmo inagotable de su amor imperecedero. En lugar de estancarse en el sentimentalismo, la queja o la melancolía, ella busca hacer algo con ese vacío, lo bordea con palabras y acciones, juega con él. Y en ese juego va surgiendo de la nada lo nuevo, de lo esperado lo contingente. De la ausencia, Aureliano.

Convocamos a Alejandra Polito para diseñar el espacio y a Matías Sendón para iluminarlo. Ellos asistieron a algunos ensayos y nos pusimos de acuerdo en los criterios que guiarían su trabajo. Pero cuando finalmente llegamos al teatro donde finalmente estrenaremos (el Espacio Ecléctico, en San Telmo) surgieron las clásicas dificultades de adaptación a un espacio muy diferente al que estábamos acostumbrados. Como sucede en la mayoría de los casos, tuvimos que atravesar una etapa en la que los logros parciales producidos en la intimidad de la sala de ensayo se disuelven como espuma y pareciera que nada de todo lo hallado hasta el momento podrá recuperarse.

Por cierto, esos momentos también pasan y una vez concluida esa etapa de incertidumbre se tiene la sensación de haber franqueado la aridez del desierto o la inmovilidad de un pantano. Pareciera que es condición de la creación artística el hecho de que no hay obra sin el atravesamiento de alguna hostil geografía.

Hasta que en un ensayo el espacio finalmente se organizó, las acciones volvieron a acomodarse, los textos recuperaron su musicalidad y sus variados sentidos y la obra volvió a funcionar, encontrando su forma definitiva.

Quiero cerrar este racconto mencionando a algunos colaboradores que se sumaron sobre el final del proceso. En primer lugar, Mayra Bonard que aportó su mirada para asesorarnos en algunas escenas que tienen al movimiento y al lenguaje de los cuerpos como protagonistas. También Clara Ezcurra y su equipo de diseñadoras gráficas, que le dieron al proyecto su imagen pública. A Juana Ghersa que hizo las fotografías y a Walter Duche y Alejandro Zárate que ya están por estos días ocupándose de la difusión de Aureliano con la capacidad y el cariño acostumbrados.

Ahora sólo nos resta estrenar.
Ojalá que a ustedes los haga hablar.

Román Podolsky

domingo, 2 de agosto de 2009

Roxana, Mariano, Román y Luciano en un ensayo el día que vino Vero Alocati y sacó esta foto
El poeta no tiene otra alternativa que inventar o crear otros mundos. La poesía crea realidad, no ficción. Afirmo que la poesía es realidad, y para mí es la mayor realidad posible porque es la que cobra conciencia real de la infinitud.


Roberto Juarroz


Este poeta inspira nuestro trabajo desde los primeros ensayos.
Si te interesa conocer más sobre él: www.robertojuarroz.com


Textos de Roberto Juarroz

1
Siento que algo ha terminado.
No es la vida todavía.
No es tampoco el poema,ni la canción que me derrota,
ni el terco sueño que ata al hombre,
ni el antisueño que nos salva de dios.
Debe ser el ir hacia las cosas:
Ya he aprendido a dejar que ellas vengan.
Debe ser la raya de sumar:
Ya las cuentas no me sirven de nada.
Debe ser la esperanza alternativa
De ir voceando tu nombre por la muerte.
Siento que algo ha terminado.
Debe ser que algo empieza.


2
La música no necesita justificación.
Ella no rompe el silencio:
Lo abre como a un fruto maduro,
como a una mano húmeda,
como a un templo fervorosamente ecuánime.
La palabra,en cambio,sí necesita justificación.
Ella incorpora al silencio
El estremecimiento que emana del sentido,
El sinsabor de ese insinuante apremio
Que desgasta al silencio.
La música acompaña a la noche.
La palabra siempre la corrige.
La palabra empieza en el hombre.
La música puede empezar en cualquier parte.
La música es un gesto hacia la luz.
La palabra es un gesto ante el vacío.
La palabra desconcierta a las cosas.
La música es una reducción de la nada.
La música completa lo invisible.
La palabra sólo recorta lo visible
Y lo prende con alfileres
en la espalda de los pájaros.

3
Hay que proseguir el ensayo.
No importa que debamos improvisar,
que no haya director
Y que la pieza que ensayamos no se estrene nunca.
Tambièn la flor es un ensayo,
la palabra es un ensayo,
el silencio es un ensayo,
el amor es un ensayo,
los dioses fueron un ensayo.
Aunque el anfiteatro estè vacìo
y nos desnuden las ausencias,
como a la flor la desnuda
el hecho elemental de que todo no sea flor,
que el aire no sea flor,
que la luz no sea flor,
que el tiempo,el pensamiento no sean flor.
Aunque la voz del hombre
estè llena de huecos
o tal vez sea un hueco,
hay que proseguir el ensayo.
Es el ûnico modo
De que al menos los otros ensayos
Quizà se estrenen algún dìa.
Y entonces tal vez ellos nos arrastren.
Aprontes escenográficos
(en la foto: Mariano, Ale Polito y escalera)
foto: Lucho Prieto